Hace ya una semana que llegamos a la Republika e Shqipërisë o Shqipëri (Albania en albano, que significa algo así como “tierra de las águilas”) para que Aida pudiera seguir con sus ejercicios de fortalecimiento de rodilla y visitando al fisioterapeuta. Tanto para ella como para mí es la primera vez que visitamos este país tan peculiar de los Balcanes. Es sin duda un descubrimiento muy agradable, con sus luces y sombras como cualquier sitio nuevo que visitas, pero que en todo caso nos ha cambiado bastante desde que dejamos atrás Italia.
Lo cierto es que nuestro primer encuentro fue, cuanto menos, un tanto movido. Nada más bajar del ferry en el puerto de Durrës unos niños se nos echaron encima a pedirnos dinero. Si bien había más viajeros, nosotros llamábamos poderosamente la atención. Claro, llegan dos guiris con las bicicletas cargadas, vistiendo con chaquetas coloridas y de marca, no es de extrañar que en ese contexto nos sentíamos un euro con patas. Uno de ellos intentó robarnos un altavoz que llevábamos colgando; sin embargo nuestra reacción fue más de perplejidad que de miedo o indignación y simplemente nos paramos en seco y los miramos como diciendo “eso no se hace”. No hubo sensación de peligro en ningún momento, sino más bien el darnos cuenta de cómo el entorno socioeconómico había cambiado tan fuertemente a tan solo 10h de ferry.
Este pequeño, pero estratégico, país de los Balcanes pasó de mano en mano de varios imperios durante siglos. Los primeros pobladores fueron los ilirios y de allí en más estas tierras se las disputaron los griegos, los romanos, los otomanos y los italianos, entre períodos de independencia pasando de una brevísima monarquía (suerte para ellos aunque existen algunos nostálgicos) y el oscuro período comunista posterior a la 2da Guerra Mundial. Según un guía local, los albanos no han tenido particularmente una mentalidad expansiva y se han conformado con lo que tenían, a diferencia de sus invasores. Eso sí, cuando los fascistas italianos los invaden en 1939, las guerrillas locales les hicieron la vida imposible.
El período comunista por el cual atravesó Albania fue especialmente hermético y despiadado. Su líder, Enver Hoxha, fue un perseguido por las conspiraciones y guerras frías llegando a mandar a construir más de 170.000 bunkers en todo el país para protegerse de la amenaza extranjera. Damos fe de ello ya que los vimos en lugares de lo más peculiares a lo largo de nuestra ruta. Se alió con la URSS, se peleó, se alió con China, se peleó y, básicamente, su política llevó al país a un estado de tremendo ostracismo que mantuvo al margen del mundo a sus habitantes.
Tras la caída del comunismo en 1992, los años 90’s se presentaron violentos y convulsos para el país, siendo 1997 un año especialmente delicado para Albania ya que una serie de eventos políticos y económicos casi la arrastran a una guerra civil. Una serie de levantamientos y asaltos a cuarteles militares dio pie a que un gran número de personas se armaran y se tomaran la justicia por su mano (un guía en Durrës nos contó que vendió su kalashnikov hace 2 meses).
Sin ánimo de extenderme en cuestiones históricas, resulta evidente la impronta de los sucesos por los que pasó este país y el legado de todos los pueblos que pasaron por este territorio en el carácter local, sus tradiciones, cocina y creencias. Por ejemplo, uno de los platos más típicos es el byrek (börek en turco o burek en serbocroata) de marcada influencia otomana. La relación con Italia es patente tanto en la comida como en el hecho de que si no nos entendemos en inglés, mucha gente habla o al menos chapurrea el italiano (un gran porcentaje de la diáspora albana emigró tras el comunismo a Italia). Y quizás una de las cosas que más se enorgullecen los albanos es de su tolerancia religiosa: siendo los musulmanes los más numerosos (suníes y bektashis - una variante del islam de la zona), seguidos por cristianos ortodoxos y católicos, además de ateos y otras confesiones. Todas ellas importadas por sus invasores o grupos migratorios cuya convivencia se manifiesta con gran armonía y de la cual los locales hacen gala.
En los económico y político, el país atraviesa una nueva era de inversiones y según las personas que nos hemos ido encontrando, su deseo de pertenecer a la Unión Europea es firme. Vemos decenas de edificios en construcción, gasolineras cada 500m y un parque automotor de coches de lujo que nos deja sorprendidos en un país cuyo sueldo medio es de 315€ (el SMI es de 180€). Lo mismo sucede con los supermercados donde encontramos productos a veces incluso más caros que en Barcelona y nos preguntamos quién realmente puede acceder a ellos. A veces es más económico comer fuera que comprar y preparar algo en casa. Resulta evidente que una parte (pequeña) del sector privado beneficia de la llegada de capital al país. En todo caso, vemos fuerte desigualdad a la hora de acceder a productos y servicios.
Finalmente, tras una semanita de rehabilitación, Aida se siente fuerte para continuar y avanzamos lenta pero constantemente. Nos adentramos en el país y constatamos la hospitalidad de Albania. Tanto en la costa y las zonas más turísticas como en el interior del país, la gente en general es increíblemente amable y están muy contentos de recibir turismo, particularmente extranjero. Nos sentimos muy acogidos y bienvenidos desde que llegamos. Pasado Elbasan, y ya acercándonos a la frontera con Macedonia, le preguntamos a una familia si nos podía dejar acampar una noche en su campo. Si bien nos fue un poco difícil comunicarnos al principio (Google Translate hizo su parte), nos dejaron un rinconcito entre dos árboles de ciruela para plantar la tienda. El mayor de los hermanos se acerca a ofrecernos dormir dentro por si tendríamos frío, pero teníamos ya la tienda armada, así que finalmente nos dijo de venir a tomar el té. Al final, el té se convirtió en quedarnos a cenar, a tomar rakia y charlar como se pudiera. Una amabilidad realmente abrumadora que nos recuerda la belleza de las relaciones humanas.
El rincón geofreak :)
Para los frikis de las reflexiones urbanas, transporte público y, como no, la bicicleta, les comparto mis impresiones al respecto.
Muchas cosas nos llaman la atención desde que llegamos. Tanto Aida como yo nos ponemos las gafas de nuestras respectivas profesiones y observamos el entorno que nos rodea siempre en clave de género o geográfica. En este sentido, vemos como Albania es sin duda un país peculiar dentro de Europa y percibimos una cierta urgencia por entrar en las dinámicas de consumo global. Este patrón, que se repite en muchos otros países de la periferia, se expresa a veces de manera violenta, dejando en evidencia las fuertes desigualdades resultantes de estos procesos y poniendo de manifiesto el cambio de valores de las clases dirigentes. De manera resumida, las cosas que más nos llamaron la atención:
Pésimo mantenimiento del patrimonio:
El legado de romanos, bizantinos y otomanos es muy patente a lo largo del país. Sin embargo, y sobre todo en la ciudad de Durrës, sorprende ver el mal estado de los yacimientos arqueológicos romanos, a veces llenos de basura, vetados al público o que incluso le han construido un edificio “moderno” encima.
Uso abusivo del coche: el mal se ha apoderado del país
Si bien esto tampoco era de extrañar, vemos como el coche se usa para todo. En general se aparca mal, muchas veces las aceras y aún se conduce peor. Es habitual ver al volante a la gente con el móvil en la mano y algún que otro gallito que acelera idiotamente. La veneración a los Mercedes Benz es algo que se escapa de mi comprensión. No obstante, hay una especie de relación casi orgánica entre los peatones y los conductores, ya que de manera generalizada las velocidades son bajas y, como eso de los pasos de peatones es algo nuevo, los conductores se paran en cualquier sitio negociando su paso con las personas que cruzan.
Uso de la bici utilitario: compras y trayectos cortos, eso sí: sobre todo, hombres de entre 50 y 70 años y de clases bajas.
Esto fue una sorpresa muy agradable. Vimos un uso muy considerable de la bicicleta, aunque como dije, sobre todo hombres, mayores de bajos recursos. La bici se usa mucho aún para transportar la compra, ir a tomar un café o llevar a alguien más (niños por lo general). La ciudad de Kavajë fue el sitio que más nos llamó la atención, con una enorme presencia de ciclistas. Mujeres en bici vimos algunas, así como gente más joven que posiblemente no se sienten atraídos por su uso.
Vimos algunas infraestructuras interesantes. Algunas de pésima calidad, sobre todo en Durrës que el espacio es angosto y compartido con los peatones, pero otras de mejor calidad como en Tirana que se ve que poco a poco empieza a trazar una pequeña red.
Tristeza de ver una infraestructura ferroviaria inutilizada
Durante la etapa comunista se trazó una red de ferrocarriles que hoy está en horas bajas. Algunas líneas aún dan servicio, pero muchas otras solo son ecos del pasado que quizás en un futuro puedan ser reactivadas. El olvido (prácticamente desprecio) del tren en Albania se expresa en la demolición de la estación central de Tirana para hacer más espacio a la nueva terminal de buses (un parking de buses, mejor dicho), por lo que los pocos trenes que circulan ni siquiera llegan a la capital. Si le preguntas a los albanos por el tren todos te dicen que son una porquería y que van lentos y que están sucios. Según un guía local, cree que el oligopolio de las gasolineras del país se ha encargado durante años en desmantelar la red y desprestigiar su servicio. ¡Hay que darle espacio al motorrrrr! Me suena a... Argentina...
Basura all over the place
Esto es quizás de las cosas que peor llevamos con Aida. Hay basura EN TODOS LADOS. Ambos estuvimos en países dónde el tema de la gestión de la basura es un grave problema y no debería sorprendernos tanto, sin embargo resulta imposible no ver los ríos a reventar de botellas de plástico, la costa llena de desechos de todo tipo y, en definitiva, lugares preciosos arruinados. Y, sin intención de dar lecciones a nadie porque en casa también tenemos mucho camino por recorrer, para poder revertir esto se necesita mucho trabajo educación.
Fantástico relato, hasta parece de formación periodística. Me ha encantado leer TODO! ... y me doy cuenta que miedosa soy, porque voy sufriendo como si viviera la situación, cuando contás que les invitaron a dormir dentro de la casa de gente que no conocían, o cuando les intentaron robar el altavoz (lo robaron, finalmente? )
Ya les contaré cuando regresen, mi experiencia con un viejito de 84, albano, que decía que era italiano (un tesoro de hombre!)
Bueno, sigan pedaleándole a la Vida... y no dejen de CONTARNOS!!!!!!!!!!!!
Ale querido, es un placer leer tus descripciones y comentarios de los lugares que recorren. Historia, geografía y sociología enriquece este blog. Un abrazo hijo, un besazo a Aida. A seguir pedaleando... Y escribiendo.... Chau