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Foto del escritorAida y Ale

Primera parada: Italia

16 de febrero de 2020 - Bari, Italia.


Italia. Primer destino del viaje en bici. Llevamos poco más de una semana en este país tan bonito como desquiciado. Si bien tan cercano a nuestra cultura (personalmente, me impresiona lo mucho que me recuerda a la Argentina), no dejan de sorprendernos muchas cosas. Pero no vayamos tan rápido. Antes, recapitulemos un poco...


Lo cierto es que salimos de Barcelona a toda prisa. Tras un mes de enero de locos, el calendario se nos echó encima: navidades, dejar el trabajo de ambos, año nuevo, llegada de mi familia de Argentina (que estuvieron viviendo con nosotros todo enero), nos casamos, visita a mi hermano en Portugal y, entre medio, organización del casamiento, acabar de preparar temas del viaje, dejar el piso alquilado, que los gatos aprobaran a los futuros inquilinos, despedidas por aquí y por allá, dejar preparada las declaraciones de la renta, trimestrales y otras burocracias varias y, cuando menos nos dimos cuenta, ya estábamos en el ferry rumbo al puerto de Civitavecchia.

Despedida en el puerto de Barcelona

Durante esta primera etapa nos acompañaron Adri y Carles, compañeros del BACC. Antes de empezar a pedalear habíamos hecho nuestros cálculos: de Civitavecchia a Bari hay unos 500km, a 60km/día más algún descanso entre medio en 10 días deberíamos haber llegado. Y claro, el papel lo aguanta todo. Bueno, Google Maps lo aguanta todo. Pero a la hora de la verdad, a la que nos pusimos a rodar, nos fue imposible mantener el ritmo. Tanto Aida como yo no habíamos ido en bici ni un solo día el mes pasado y estábamos en baja forma, llevábamos demasiado peso (era la primera vez que llevábamos alforjas delanteras), los caminos alternativos al tránsito en Italia son igual o más transitados que las carreteras principales (en serio, hay demasiados coches en este país) y, sumado al frío y las pocas horas de luz en invierno, hacer más de 50km por día ya era muy difícil.


Primeras lecciones del viaje: las cosas no siempre salen como uno las planea.


Para acabar de redondear el asunto, Aida empezó el viaje con muy mal pie: para empezar salió de Barcelona con una faringitis mal curada; en sus primeros kms, nada más salir de Civitavecchia, golpeó con una alforja con un coche mal aparcado y se cayó sobre una furgoneta en marcha (ella lo explicará mejor, tranquilos papis, ¡¡está bien!!); a la mañana siguiente de nuestro primer camping al lado de un lago y luego de pasar una noche helada la pobre vomitó; y ya, para acabar, al día siguiente se lesiona de la rodilla por haber utilizado una bici que no era suya. Vamos, ¡por todo lo alto!


Mañana helada al costado del lago Bracciano

Por mi parte, el primer día que salimos de Roma tuve la pierna derecha muy adolorida por la ciática y tuve que hacer varios estiramientos. Los dos hechos unas pinturitas, ¡cómo para llegar a Japón en bici!

Así que nada, negociamos con nuestros amigos qué hacer y ya que de todos modos ellos tenían que tomar su vuelo de vuelta a Barcelona desde Bari, nos vinimos los 4 en tren a pasar unos días antes de que se fueran y nosotros a buscar fisioterapeutas. Y aquí estamos, descansando y recuperándonos desde el jueves pasado. Realmente nos estamos recuperando a varios niveles, no solo el físico que nos pasó factura y querer ir más rápido de lo que en ese momento preciso nuestros cuerpos podían dar, sino también de todo el traqueteo de los meses previos a salir de viaje. La intensidad emocional de todo lo que vivimos recientemente también nos ha agotado y no es fácil ser consciente cuando seguimos enchufados al ritmo cotidiano.


Estos días en Bari están siendo reparadores y una lección de escuchar un poco más al cuerpo y la mente. El plan de ataque antes de Albania es claro: dormir, comer pizzas, tiramisús y otras delicias italianas, hacer masajitos a Aida para que su rodillita vuelva a estar operativa y, sobre todo, intentar encontrar una velocidad de hacer las cosas que se adecúen a nuestras necesidades. Es difícil no compararse con otros cicloturistas, pensar en los kms, y en retos que nos imponemos nosotros mismos, sin embargo el medio y la experiencia vivida nos va poniendo poco a poco en sintonía y esperamos pronto estar de vuelta encima de las bicis.


Qué menos que estar super agradecidos de haber compartido ruta con Carles y Adri que nos acompañaron en todo el periplo hasta Bari, entre campos, juegos de carta y preciosos consejos de mecánica de bicicleta. Además, en Roma se nos sumó Alessandro, queridísimo amigo que conocí en Turquía hace más de 10 años y con quién trabajé en Islandia. Recorrimos juntos la Via Appia Antica (una via romana increíble) y acampamos al lado de las vías del tren policía.



Saludando al Papa con Carles, Adri y Alessandro

Algunas reflexiones urbanísticas y de movilidad sobre Italia (prescindible a la crónica):


No puedo dejar de observar este país con auténtico asombro. Desde el punto de vista cultural y urbano me fascina la mediterraneidad tan potente que desprenden sus calles y sus gentes. Vas por la calle y la gente te para, nos pregunta con intriga qué hacemos, a dónde vamos, se producen todo tipo de interacciones en el espacio público que denotan un carácter colaborativo y de fuerte intercambio. Este carácter es mucho más marcado en una ciudad como Bari con un centro histórico vivo y habitado (a diferencia del de Barcelona arrasado por el turismo, cosa que nos ha dejado muy sorprendidos), respecto a una ciudad como Roma con dinámicas similares a las de Barcelona.


Por otro lado, la dependencia y el uso del vehículo motorizado privado es abrumador y abusivo. Hacía tiempo que no observaba tantísimo aparcamiento en calzada en una capital europea, como es el caso de Roma. En los pueblos y ciudades más pequeñas, el espacio para circular de los peatones es mínimo o inexistente y, si hay mercado, aparcan delante del vendedor para caminar lo mínimo posible. Ser peatón en algunas ciudades italianas es realmente un deporte de riesgo. Es evidente que la situación variará según las ciudades y regiones, pero este patrón se repite de manera constante por los lugares que hemos ido pasando (Lazio, Campania y Puglia). Finalmente, no deja de sorprendernos cómo un país que se preocupa tanto por la apariencia maltrate tanto el espacio público. El estado de conservación de las aceras, las plazas y otros espacio que no son a vocación comercial presentan un estado triste y dejado.

Ahora bien, cabe hacer una mención especial al centro histórico de Bari. Creo que no he estado antes en un centro histórico de una ciudad de Europa Occidental tan vivo, tan auténtico y, sobre todo, tan sano. Imagino que muchos centros históricos de otras ciudades mediterráneas habrán tenido dinámicas similares a este. Aquí la gente local lo habita, compra, se relaciona, trabaja y, en definitiva, lo vive. Esto se pone de manifiesto en el uso del espacio público: la gente cuelga la ropa para secarla en las calles, pone plantas y banquitos, hay bicis sin atar, los niños juegan a la escondida y la gente se llama (bueno, se gritan) por sus nombres. Hasta vi una escena que podría haber sido propia de mi infancia: unos niños llamando a su amiguito desde la calle para ir a jugar y la mamá diciéndole que estaba en casa de otro chico. En definitiva, un lugar maravilloso al que espero que las garras del turismo en masa no acaben con esta vida tan auténtica y que desearía que en Barcelona se hubiera podido mantener. Claro que estas observaciones son del mes de febrero, no sé si en verano logra mantenerse así.


Las plantas son de todos los vecinos y vecinas de la plaza
En Bari la ropa se cuelga en la calle

Sobre la bici, qué decir... Salvo una ciclovía muy bonita a lo largo del río Tíber en lo que creemos que fue un antiguo trazado ferroviario en la entrada norte de Roma y algún que otro tramo de carriles bidireccionales, la infraestructura ciclista hasta ahora ha sido nula o de pésima calidad. ¡Casi echamos de menos los bidireccionales de Barcelona, jaja! Ahora bien, en las zonas menos densamente pobladas se ve un uso importante de la bicicleta a vocación deportiva. En los centros de la ciudad, particularmente en el centro de Bari, la bici se utiliza mucho para hacer recados y transportar cosas. La convivencia con los desplazamientos peatonales se da muy naturalmente y sorprende la elevada media de edad de sus usuarios.


Los peatones no tienen dónde caminar fuera del centro de Roma.

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1 commento


Muy interesantes vuestras observaciones. Una pregunta, aquí en Bari se hacía algun tipo de concurso de la canción italiana? Muchas gracias

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